viernes, 9 de diciembre de 2011

Hola amigos, he escrito un breve relato, una pequeña descripción que formará parte de un cuento largo, aún no lo escribiré, tardaré aún mucho tiempo, por ahora si lo quereis ver allá va:


PARÍS,  FRÍO,  BELLEZA.
Descorrí las cortinas y la luz lo invadió todo, la imagen de la torre Eiffel no era muy  nítida, aún teniéndola a escasos cien pasos de mi casa. Abrí las ventanas. El viento, frío y punzante, entró recorriendo toda la habitación, provocándome un escalofrío. Me abrigué con mi sweater de lana y me dirigí al baño. Abrí el grifo de un golpe según la rutina tradicional, me mojé la cara. Volví a mi cuarto con la cara chorreando, ahora sí que se veía claramente a la colosal dama de hierro. Esbelta, nada insignificante, firme como una roca, pero siempre inquieta.
De mi larga melancolía me despertó el olor a deliciosos croissants crujientes y calientes, de la centenaria panadería, a dos manzanas de mi casa. Bajé de dos en dos las escaleras montando mucho alboroto y haciendo saltar a mi hermano pequeño de la cama. Después de la típica comparación con una estampida de elefantes de mi madre le deseé buenos días y me senté a la antigua mesa de madera donde un café humeante le esperaba a mi padre. Al terminar con tales manjares deliciosos y franceses, me cogí una chaqueta, una bufanda bien gruesa, abrí la puerta y desaparecí entre la espesa niebla parisina de un día de invierno cualquiera.
                                  

Espero que os haya gustado, hasta otra...

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