miércoles, 7 de diciembre de 2011

EL VIEJO ALGARROBO DE MI COLEGIO

EL  VIEJO   
 ALGARROBO
DE  MI  COLEGIO

Había una vez unos padres que decidieron crear un colegio para que sus hijos aprendiesen tanto intelectualmente cómo ser buena persona. Después de varios años en el colegio ya fluía vida. Los niños salían en avalancha al sonar la sirena y volvían al volver a sonar a ver qué cosas nuevas aprendían hoy.
Un día hace muchos años, un niño de infantil, al ver a un agricultor que regaba los naranjos de alrededor del colegio, llevando un saco de semillas cargado al hombro, se acercó y le pidió tímidamente una. Él le contestó con una sonrisa y se la dio, y nada más acabar las clases se acercó y con sus manos hizo un surco en la tierra, y allí la plantó a ver qué resultaba ser lo que el agricultor le había dado.
Pasaron días, semanas, meses y años. Y tanto el niño como la semilla fueron creciendo juntos. Uno acabó el cole y otro siguió creciendo hasta convertirse poco a poco en un gran algarrobo.
El algarrobo, atípicamente alto, ha visto crecer a todos los alumnos, fuerte como una espada, resiste al caluroso verano y duro invierno. Si te acercas al lado suyo y tocas su piel,  la notarás rugosa, como si de un anciano se tratase. Y es que, ya lleva muchos años aquí, viendo desde sus ramas más altas cómo los niños más pequeños juegan en el patio. Se siente orgulloso allí junto a la bandera del colegio, al lado de  secretaría y del ancla de un viejo barco.
Él es majestuosamente grande, y al soplar el viento, si te acercas y escuchas atentamente, oirás su voz ya que no se cansa de contar historias y anécdotas.
Un día vi que estaba un poco preocupado. Habían podado algunas de sus ramas, ¡a él! que con tanto cariño las había cuidado como si cada una fuese única y especial. Yo le tuve que explicar que aunque  hubiese perdido algunas de sus hojas, éstas se iban a multiplicar y crecerían más y más. Aunque no lo entendió, se lo creyó.
A él le conforta ver crecer cada una de sus ramas, observar cómo le cuidan los jardineros, ver cómo las personas cuando llega el calor se van a charlar bajo su sombra, y así , se entera de los problemas de cada persona, de sus alegrías y sus penas. Cuando llegan las personas, cierra más las ramas para dar más sombra. Pero sobre todo le gusta que los niños al acabar el cole trepen por sus ramas y se diviertan, ¡ hasta le cuentan cosas!. El viernes pasado me contó que un niño pequeño viendo lo grande que era y cómo crecía le pidió que cuando alcanzase el cielo pidiese a Jesús por toda su familia y  por sus amigos, sobre todo por aquel que le hizo una falta jugando al fútbol.
El algarrobo tiene vida, su savia es el día a día del colegio. ¿Os acordáis del niño de infantil?, pues ya es muy mayor y a veces se pasea por el colegio y se queda pensando bajo el algarrobo hablando con él. Si tenéis suerte algún día le veréis recordando viejos tiempos.
-¿Veis aquel árbol de allí?-dice él a sus nietos-, pues está orgulloso y no es uno más entre otros, es especial, está anclado al colegio. Cada hoja suya es un alumno y suelta semillas para crear más vida en el colegio y más árboles como él.


Y digo yo, que cuando paséis al lado suyo, podéis hacer dos cosas: o pasar de él, u observarlo como un algarrobo que forma parte del colegio gracias a la generosidad de un agricultor y a la imaginación de un niño que descubrió que lo que había plantado era el viejo algarrobo de mi colegio.

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